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Ford Nucleon, el futurista coche nuclear

Ford Nucleon
Incidentes como Fukushima, Chernobil o Three Mile Island han hecho que la opinión pública se cuestione ampliamente el uso de la energía nuclear como fuente de energía eléctrica debido a sus más que evidentes riesgos para la población. Esta es la visión en la actualidad, pero no siempre ha sido así y, justo después del final de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de la tecnología atómica con fines civiles hacía presagiar al común de los mortales que la energía nuclear sería la fuente limpia, barata e inagotable del futuro. Dentro del contexto de esta ilusa burbuja "happy flower" nuclear de los años 50 y principios de los 60, los diseñadores -al mejor estilo Tete Cohete- quisieron aplicar reactores nucleares a todo lo que fuera posible. ¿Se imagina circular en un coche que funcionase con un reactor nuclear? el menor golpecito pondría los pelos como escarpias a cualquiera hoy en día. Pues bien, en 1958 eso no era ningún inconveniente y los ingenieros de Ford diseñaron el que estaba llamado a ser el primer coche atómico de la historia: el Ford Nucleon.

Submarino nuclear
En las primeras fases de la que se ha dado a llamar Era Atómica, los riesgos de la energía nuclear, más allá de su uso como armamento de destrucción masiva, eran prácticamente desconocidos para la sociedad. Los gobiernos, atraídos por la posibilidad de una fuente de energía barata e inacabable, no dudaron en vender la energía atómica como una auténtica panacea, por lo que la aplicación de esta tecnología se creía que sería la gran solución a todos los niveles en un futuro inmediato. El camino del vanguardismo y la innovación tecnológica pasaban, indefectiblemente, por la energía nuclear.

Central nuclear de uso civil
Estados Unidos, inmersos en su particular pugna con la Unión Soviética (ver La Bomba del Zar, la bomba nuclear que asesinó a la Tierra), llevaba la voz cantante en las novedades que aplicaban la tecnología nuclear a la vida civil. Centrales nucleares de generación de electricidad, buques mercantes, satélites de comunicaciones, terapias médicas... todo en lo que el I+D norteamericano pudiera montar un reactor nuclear, se hacía, y la Ford, como vanguardia de la industria automovilística, no estaba dispuesta a perder el carro de la modernidad.

Con su reactor en la parte de atrás
En 1958, el joven diseñador Jim Powers, entonces en su primer año trabajando para Ford, presentó unos primeros esbozos que gustaron al director del equipo, el cual le animó a desarrollar la idea. Este espaldarazo desembocó en la construcción de una maqueta en escala 3/8, primeramente en arcilla y posteriormente en fibra de vidrio, de lo que tendría que ser el primer automóvil nuclear de la historia, presentándolo al público bautizado como Nucleon.

Diseño atómicamente vanguardista
El Ford Nucleon, en sus 5,08 metros de largo por 1,96 m de ancho y tan solo 1,05 de alto, montaba en su parte trasera un reactor nuclear que proporcionaría la energía suficiente para que el vehículo tuviera una autonomía de más de 8.000 kilómetros. Si bien el sistema de propulsión no está clara, parece que montaría una turbina de vapor al estilo de los submarinos nucleares, pero de tamaño más pequeño, y que el comprador podría optar por diversos "cubicajes" que dependerían del tamaño de la barra de combustible radiactivo que pudiera gestionar. En el momento de repostar -el cual se efectuaría en una estación de servicio acondicionada-, el material radiactivo consumido se sustituiría simplemente por otro nuevo. ¡Sin problemas!

Accidente de Fukushima
El fabricante, además de asegurar que no contaminaría el aire como los de combustible fósil, afirmaba que no tendría ningún problema en circular por mucho frío que pudiera hacer, ya que el calor que generaba el reactor sería suficiente para calentar el habitáculo y para mantener en movimiento la máquina. En caso de calor, la turbina generaría electricidad suficiente para poner en marcha un aparato de aire condicionado en su interior. Todo ventajas, vamos.

La versión con alerones
El paso del tiempo y la progresiva caída en desgracia de la energía nuclear para usos públicos, hicieron que la Ford, dejara en el cajón el diseño de automóvil atómico como algo inviable aunque, la verdad sea dicha, nunca confió demasiado en poder llevarlo a producción. El equipo de creación diseñó el coche sabiendo que era un prototipo que dependía de la más que probable -en aquel entonces- miniaturización de los motores a reacción nuclear y de la capacidad de reducción de riesgos de este tipo de energía. Algo que, simplemente, no llegó... y difícilmente llegará jamás.

La maqueta del Ford Nucleon, que se redescubrió en 1981 por investigadores del Instituto Smithsonian, se puede observar en la actualidad en el Museo Henry Ford, en Dearborn, Michigan.


William Ford y el Nucleon. Demasiado adelantados a su época

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