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El particular tratamiento de belleza de las belugas

Una risueña beluga
Una risueña beluga
Pocas cosas hay más humanas que el hecho de acicalarse y mantener correcta nuestra apariencia física de cara a los demás. Teñirnos el pelo, cortar la barba, depilarnos, ponernos cremas, afeitarnos, maquillarnos, hacernos masajes, quitarnos los callos.. todo ello actividades dirigidas a cuidarnos y dar una buena imagen (ver La inesperada ventaja evolutiva de los hombres calvos). Sin embargo, esto no es exclusivo humano, y los animales también se dan estos pequeños placeres. O si no, que se lo digan a las belugas que, para mantenerse guapas, no dudan en dedicarse una sesión de peeling cada temporada.

El "melón" es característico
El "melón" es característico
Las belugas (Delphinapterus leucas) -no confundir con los esturiones beluga, los del caviar- son unas pequeñas y simpáticas ballenas de color blanco que viven en el Océano Glacial Ártico. Emparentadas cercanamente con los delfines, estos longevos animales -llegan a vivir hasta 80 años- pueden medir entre 3 y 4 metros de longitud (en algunos machos adultos, hasta 5 metros), pesar 1.500 kilos y resultan inconfundibles por un abultamiento de piel rellena de grasa en la cabeza llamada "melón", y que utilizan para modular los ultrasonidos que producen.

Esqueleto de beluga
Esqueleto de beluga
Se alimentan de crustáceos, peces, pulpos y diversos invertebrados y llaman la atención porque hasta los 6 años son de un color oscuro, y a partir de esta edad su piel se decolora progresivamente hasta llegar a ser totalmente blancas a la edad de 13 años. De hecho, el nombre de "beluga" proviene del ruso "beliy" que significa, justamente, blanco.

Beluga exfoliándose tranquilamente
Beluga exfoliándose tranquilamente
Esta piel le sirve al animal como protección ante el agresivo medio ambiente ártico en el que vive, pero con la particularidad de que, como si fueran callosidades, durante el invierno se va engruesando cada vez más, hasta que se llega a desprender como escamas. Sin embargo, llegada la primavera, y como en una improvisada "operación bikini", las belugas no dudan en hacerse sus sesiones de exfoliación de la piel muerta en cuanto tienen la más mínima ocasión. Si fueran personas, irían a un salón de belleza, pero como no lo son, se van a sus particulares "centros de belleza" o lo que es lo mismo, a los someros fondos de las desembocaduras de los ríos (ver El curioso efecto de las aguas muertas).

Simpática y aseada
Simpática y aseada
En esta zona, los ríos árticos llevan al mar una gran cantidad de piedras y guijarros de todos los tamaños y formas, y las belugas las aprovechan para frotarse el lomo con ellas violentamente, aprovechando los bajíos llenos de grava de las desembocaduras. La sesión continua hasta que se han desprendido de todo el exceso de piel quedando, otra vez, guapas y blanquitas hasta la temporada siguiente.

El cuidado personal puede parecer una superficialidad, pero hemos de tener en cuenta que lo llevamos incorporado en nuestros genes. Todos los animales, en más o menos proporción, lo utilizan como forma de indicar la salud de sus miembros o el estatus social que obtienen y si bien es necesario, en el caso humano roza la exageración. Sea como sea, cuídese, depílese, afeítese... y si va en metro, lávese (ver Silvania, la santa que no se lavó jamás). Hasta las belugas se lo agradecerán profundamente.
 
Guapas y blanquitas hasta la temporada siguiente.
Guapas y blanquitas hasta la temporada siguiente.
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