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¿Conoces mi último libro?

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De profesión: verdugo.

Hay veces en que la televisión, lejos de los programas basura que últimamente invaden la pequeña pantalla, te sorprende con una calidad de aquellas que remueve los más profundos sentimientos humanos. Este ha sido el caso de la emisión en el espacio de los viernes noche "versión española" del documental "Queridísimos verdugos". Cinta dirigida por Basilio Martín Patino en el año 1977, en ella tres verdugos encargados de ejecutar las sentencias de muerte del último periodo del régimen franquista -personajes totalmente reales- explican sus vivencias al respecto. El relato hiela la sangre del espectador por la frialdad y la naturalidad cotidiana con que los verdugos tratan sus "trabajos".

Hacía tiempo que la conciencia no se me removía con la intensidad que lo ha hecho con el visionado de este film. En él el director hace un seguimiento de una serie de ejecuciones durante los últimos años del franquismo, sus causas, el padecimiento de las familias de los reos, de los abogados, de los médicos, en contraste con la absoluta normalidad y cotidianeidad de los tres ejecutores. Una cotidianeidad de una sociedad subdesarrollada, profunda y oscura de una España que, desgraciadamente, aún no ha desaparecido del todo.

Los verdugos hablan de sus muertos, de las técnicas de matar, de las últimas acciones de los condenados a muerte con la misma familiaridad de quien habla de fútbol o de la partida de dominó del domingo por la tarde. Inquieta conocer que para esta gente el garrote vil es tan español como el flamenco o los toros y horroriza saber que era, simplemente, gente normal. Gente que de tanto vivir las sentencias, acabaron por ser las manos ejecutoras y hacerse garantes de la moral del sistema impuesta por la justicia de los verdaderos verdugos.

Hasta tal punto llega la naturalidad en la ejecución que no tienen ningún pudor en expresar juicios de valor sobre los ejecutados y la necesidad de acabar con la vida de tal o cual asesino -muchos de los cuales eran enfermos mentales, presos políticos y pobres desgraciados-. Contraponiéndose a los atroces relatos de los médicos del sufrimiento de los condenados (más de 20 minutos para morir), ellos lo solucionan con un "una vuelta rápida de manivela y listo para toda la vida". La muerte no tenía para ellos ningún pudor, ellos simplemente cobraban.

Estos tres individuos actuaban con la frialdad de quien mata un cerdo. Asesinos en serie vestidos de normalidad que lo único que diferenciaba de aquellos a los que ajusticiaban era que tenían un régimen político que les daba "legalidad". Incluso se molestaban cuando Franco tenía un momento flaco y concedía la indulgencia en el último momento. La abolición de la pena de muerte para ellos era, sencillamente, dejarlos sin trabajo. Normal que se opusieran.

Gente normal, gente de pueblo llano, sin estudios, que por salir de la miseria en que vivían no dudaron en hacer lo que fuera, hasta incluso matar a sangre fría a sus congéneres. Le recomendaría que la próxima vez que se planteé que usted jamás lo haría, revise el cemento de sus principios.

Hay más aluminosis en esta sociedad de la que parece.

Comentarios

scape95 ha dicho que…
No ví la peli, me hubiese gustado. Qué terrible historia... ¿cómo serían sus sueños?
Ireneu Castillo ha dicho que…
Scape95: Normales. Lo mas terrible es que serían normales. Para ellos matar era su bien pagado trabajo diario.
Anónimo ha dicho que…
Yo si la ví. Creo que es una de las mejores películas-documentales que he visto en mi vida. Me impactó la naturalidad de los verdugos, personajes respetados socialmente, patriarcas de sus familias, privilegiados dentro del subdesarrollo...

Impactante
jl ha dicho que…
Alguen se ha preguntado o sabe quien y cómo se elegía a un verdugo? Era por condena, votación o herencia?
Ireneu Castillo ha dicho que…
En el documental se explicaba, y me parece recordar que se escogia entre los funcionarios de prisiones a los que se preguntaba y que aceptaban el cargo.
Evidentemente el problema era encontrar a quien quisiera semejante puesto, y siempre eran los más analfabetos y cerriles los que lo aceptaban.

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