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La victoria de la abuela loca

En esta pútrida sociedad en que vivimos, cada vez son más raros los ejemplos de solidaridad y de humanidad que los de violencia, pillaje e impunidad. Sin embargo, en Brasil se ha dado un caso que, como mínimo, invita a la reflexión profunda.

En una población cercana a Rio de Janeiro, una anciana de 80 años ha tenido el valor de presentar a las autoridades 30 horas de cintas de video en que se podía ver con absoluta claridad y certeza el tráfico de droga y armas por parte de las mafias de la droga, así como la implicación de agentes de policía en el asunto, y denunciar los hechos a la justicia. Gracias a estas pruebas se han detenido importantes “capos” de la droga y varios agentes corruptos, que de otra forma hubiesen seguido con su actividad delictiva con total impunidad.

La historia de la pobre anciana, de la que se desconoce el nombre, pero se ha dado a conocer por los medios como “la abuela Vitoria”, se ve que ha sido de todo menos feliz –violación con embarazo, malos tratos, penuria económica-, pero siendo todo coraje, consiguió salir adelante. Entre el vecindario tenía fama de loca, pero cuando se inició el tráfico de drogas delante de su casa tuvo arrestos de enfrentarse a los traficantes para que dejasen de hacerlo, lo cual le supuso más de un susto al presentarse armados a su casa e intimidarla de que dejase de molestarles. Sin embargo, su fama de loca hizo que no la hicieran caso y la dejaran en paz.

La mujer, por su parte, encontraba que no debía quedarse impasible ante aquello y con una cámara de video comprada a plazos, y poniendo un filtro oscuro en una ventana, empezó desde ella a grabar- y a comentar- todo lo que veía, siendo ese documento excepcional lo que ha servido para detener a los delincuentes.

¿Locura o cordura? La mayoría de nosotros diríamos que locura, porque las implicaciones que puede conllevar a la pobre mujer no son de muy buen agüero. Sin embargo, y si miramos bien la situación, la mujer ha actuado con valentía, determinación e inteligencia, y ha salido victoriosa. Ha tenido que ser la “locura” de una anciana la que ha tenido que poner fin al delito y a la corrupción que en su barrio imperaba gracias a la pasividad y a la cobarde “cordura” de una gran parte del vecindario. Vergonzoso.

Nos quejamos que ocurren muchas cosas en nuestro alrededor que no debieran suceder, pero la mayoría de veces no hacemos nada por evitarlas y, girando la cabeza, eludimos implicarnos en ellas siendo cómplices indirectos de aquel o aquel otro suceso luctuoso.

Cada vez más tengo la sensación que nos merecemos la sociedad en que vivimos.

Comentarios

  1. Anónimo1:15 p. m.

    Yo también pienso que sí que nos merecemos la sociedad( me atrevería a decir "unipersonal") en la que vivimos. No nos movemos/implicamos por nada ni por nadie, al final lo que nos interesa es tener un trabajo estable, un sitio donde vivir y poder pagar nuestra hipoteca. Todo lo demás es una distracción, desde las noticias más horribles que pasan a pocos kilometros, las cuales las miramos siempre desde fuera, como cuando miras algo en el escaparate de una tienda que te gusta/disgusta y analizas pero que sabes que no te vas a comprar. La premisa es "que no me salpique nada". Por eso aplaudo el gesto de esta señora, y espero que algún día, sin quererlo y de manera inconsciente, alguno de nosotros seamos los protagonistas de una de estas historias en las que se huele algo de esperanza para una sociedad perdida como la nuestra.

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  2. Esto me recuerda la canción aquella de Celtas Cortos... "tranquilo, majete en tu sillón".
    Somos tan comodones, que mientras esté yo cómodo, a los demás que les den... claro que cuando vienen mal dadas, nos quejamos porque no hemos recibido ayuda de los demás.

    Si no se siembra, muy dificil es recoger.

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  3. He de admitir que viví más de ocho años en lo que ahora se conoce como 'El Forat De La Vergonya', en Barcelona, y que en esa época mi callejón sin salida era donde se saldaban cuentas a hostias o navajazos, el hipercamello estaba a la vuelta de la esquina... y no hay cojones para hacer mucho más que hacerte respetar por los manguis del barrio, y callar cuando los nacionales pasan saludándoles casi con el guiño...

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  4. Mis respetos a la señora. Ha demostrado que las cosas se pueden hacer, cuando se quiere hacerlas.
    Para mientras, pan para mi matata, que si me quedo únicamente con los aplausos de nada serviría. A reflexionar, se ha dicho.

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